¿Quiénes son James Q. Wilson y William Bratton?
James Q. Wilson fue un influyente politólogo y criminólogo estadounidense, reconocido principalmente por su teoría de las “ventanas rotas” (Broken Windows Theory). Esta teoría sostiene que los signos visibles de desorden y delitos menores en un vecindario, como grafitis o ventanas rotas, fomentan un ambiente donde el crimen más grave puede prosperar. Según Wilson, mantener el orden y sancionar pequeñas infracciones ayuda a prevenir delitos mayores, ya que los potenciales delincuentes perciben un entorno controlado y con consecuencias claras.
William J. Bratton, por su parte, es uno de los jefes policiales más famosos de Estados Unidos. Como comisionado de la policía de Nueva York y Los Ángeles, Bratton fue el principal responsable de transformar la teoría de Wilson en una política concreta: el “policing de ventanas rotas”, también conocido como tolerancia cero. Bajo su liderazgo, se priorizó la persecución de delitos menores y se implementaron herramientas como CompStat, un sistema de análisis de datos para asignar recursos policiales de manera eficiente.
¿Qué hicieron y por qué sus políticas fallaron?
Bratton adoptó la teoría de Wilson y la llevó a la práctica, primero en el sistema de transporte de Nueva York y luego en toda la ciudad bajo la administración de Rudy Giuliani. Se persiguieron con rigor infracciones menores como saltarse el torniquete del metro, beber en la vía pública o hacer grafitis. El objetivo era restaurar el orden y, así, reducir los delitos graves.
En un principio, las estadísticas mostraron una reducción en los índices de criminalidad. Sin embargo, pronto surgieron serias críticas y problemas:
- Impacto desproporcionado en comunidades minoritarias: Las políticas de “ventanas rotas” y tolerancia cero derivaron en prácticas como el “stop-and-frisk”, donde la policía detenía y revisaba a personas, en su mayoría jóvenes afroamericanos y latinos, por sospechas mínimas. Esto generó desconfianza, denuncias de abuso y fue declarado inconstitucional por discriminar a minorías.
- Evidencia ambigua sobre la eficacia: Aunque la criminalidad bajó en Nueva York, también lo hizo en otras ciudades de EE. UU. que no aplicaron “ventanas rotas”, lo que sugiere que otros factores, como la mejora económica y reformas sociales, jugaron un papel igual o más importante.
- Relación dañada con la comunidad: En ciudades como Newark, Nueva Jersey, la aplicación de políticas similares (multas masivas por infracciones menores) deterioró la relación entre la policía y la comunidad sin lograr una reducción significativa del crimen. Esto llevó a la intervención federal y a la revisión de las prácticas policiales en la ciudad.
El caso de Noruega y el modelo alternativo
Mientras tanto, países como Noruega adoptaron un enfoque radicalmente distinto. En lugar de centrarse en la represión de delitos menores, Noruega apostó por la prevención, la intervención temprana y la cooperación entre servicios sociales, educación y policía. El objetivo: atacar las causas profundas del crimen, especialmente entre jóvenes vulnerables, mediante el apoyo social y la coordinación interinstitucional.
Además, la experiencia nórdica demostró que la percepción de seguridad no depende necesariamente de una fuerte presencia policial ni de la represión de pequeñas infracciones. En Noruega y otros países nórdicos, la comunidad ya tenía altos niveles de confianza y seguridad, y las políticas de proximidad policial (community policing) se implementaron con resultados limitados, siendo incluso abandonadas en Noruega por no mostrar una relación causal clara entre visibilidad policial y reducción del crimen.
Newark, New Jersey: Un contraejemplo contundente
En Newark, la aplicación estricta del modelo “ventanas rotas” resultó contraproducente. Multas y arrestos por infracciones menores saturaron el sistema judicial, afectaron principalmente a residentes pobres y minorías, y no lograron disminuir los delitos graves. La desconfianza y el resentimiento hacia la policía aumentaron, y finalmente, el gobierno federal intervino para reformar el departamento policial.
Reflexión final: ¿Qué nos enseñan estos casos?
La experiencia de Bratton y la teoría de Wilson muestran que abordar el crimen solo desde la represión de pequeños desórdenes puede tener efectos secundarios graves: criminalización de la pobreza, discriminación y ruptura de la confianza comunitaria. Por el contrario, los modelos preventivos y colaborativos, como los de Noruega, sugieren que invertir en las causas sociales del crimen y en la cooperación institucional puede ser más efectivo y menos dañino.
El verdadero reto es construir comunidades donde la seguridad se base en la inclusión, la prevención y la justicia social, no solo en la vigilancia y el castigo.
“La teoría de las ventanas rotas fue pensada como una parte de la policía comunitaria, no como una excusa para la represión masiva. Su mala aplicación ha causado más problemas de los que resolvió.” –Sarah Childress (Frontline)
¿Y tú, qué modelo crees que debería seguir tu ciudad? ¿Más castigo o más prevención? ¡La conversación está abierta!

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